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sábado, 26 de marzo de 2011

LA FORMACIÓN PASTORAL

I . LA PASTORAL NAVEGA SOBRE IDEAS EQUIVOCADAS
1.Suele ocurrir que cada uno tiene sus propias ideas acerca de la Pastoral y de acuerdo a ella se comporta en la comunidad. Esto que es normal, a menudo se convierte en un obstáculo que hace padecer a todos los que están comprometidos en el trabajo pastoral. Por eso es saludable recordar algunas ideas incompletas que circulan con mayor frecuencia entre pastores, agentes de pastoral, educadores y muchos otros cristianos.
1.1  Para comenzar existe la idea de que la pastoral es un asunto exclusivo de la gente de Iglesia, de los clérigos, los sacerdotes, los obispos, los religiosos y las religiosas. Estas personas nacieron para eso y son llamadas a vivir metidas en las cosas de su Iglesia. Normalmente reciben una preparación y encargo personal, disponen de todo su tiempo para dedicarse a eso que es su especialidad.
1.2 Hay quienes piensan que la pastoral es un pobre conjunto de actividades realizadas con mucha buena voluntad, pero sin saber a dónde se quiere llegar con lo que se hace y sin bases de ninguna clase. En el mejor de los casos pretende apoyarse sólo en la gracia de Dios quien tendría la obligación de justificar hasta las propias imprudencias pastorales.
1.3 Otros consideran la Pastoral sólo como un apéndice y una aplicación práctica de las normas y de los principios de la teología dogmática, de la moral o del derecho canónico. Es el lado práctico de las ciencia teológicas, pero ella de ninguna manera puede considerarse como ciencia.  A lo más sería un conjunto de recetas practicas para aplicar según las circunstancias.
1.4 Algunos también creen que la Pastoral es una tarea que debe realizarse sólo para conservar las costumbres y las tradiciones religiosas del pueblo. No se trata de promover, educar y propiciar la madurez cristiana de la comunidad, sino de mantener la fe sencilla de la gente, sus sentimientos religiosos, sus muchas devociones y sus manifestaciones de piedad. No importa que no se viva una fe más cercana al Evangelio y más madura.
1.5 Hay quien cree que la Pastoral es solo cuestión de organización, de técnica, de métodos y programas, de planes, de administración y de amontonamiento de datos sociológicos y sicológicos, con el fin de descubrir las actitudes y motivaciones humanas  y religiosas del pueblo. Ingenuamente se atribuye a todo esto la virtud de transformar las cosas y hasta de producir la conversión. Parecería que las técnicas actuales son como una varita prodigiosa que resuelve los problemas como por arte de magia.
1.6 Se piensa también que la Pastoral consiste en un simple estudio de la historia de la actividad pastoral de la Iglesia, destacando las distintas formas y modelos de realización que ella fue generando a lo largo del tiempo, según las circunstancias y los ambientes donde debía hacer su trabajo apostólico. La Pastoral se reduce al aprendizaje de la experiencia acumulada por la Iglesia o por algunos pastores especialmente sobresalientes, antiguos o actuales.
1.7 Es bueno también subrayar que la Pastoral, en los seminarios y casas de formación, es considerada como un asunto periférico, secundario y de poco valor. Se piensa que con un curso rápido en los últimos años o con algunas actividades de fin de semana, se forman pastores de calidad. Para los cursos de Pastoral no se acude a un especialista (que ni siquiera se tiene) como para los cursos de Biblia, dogma, moral, etc.
2.   Todas estas ideas, y otras semejantes, perjudican grandemente a la Pastoral. Todas toman la parte por el todo, son parciales y deformadoras. Todas tienen un origen común, que consiste en la confusión y el desconocimiento de lo que la Pastoral ha sido en la vida de la comunidad cristiana. En efecto, ella es la expresión inmediata y concreta del mandato misionero de Jesús, lo que significa que ha nacido junto con la Iglesia como parte sustancial de su ser. Tiene un lugar de primera importancia. Bastaría leer atentamente el libro de los Hechos de los Apóstoles y las cartas apostólicas para confirmarlo.
3.   Para abandonar y superar estas ideas vulgares sobre la Pastoral conviene preguntarse ¿En qué consiste finalmente la Pastoral? ¿Cuál es la sustancia de lo que es y de lo que hace?
Es una realidad compleja que incluye básicamente el proyecto salvador del Padre, cumplido en Jesús y proclamado por el Ministerio de la Iglesia, la cual se propone a sí misma como un sacramento al servicio del Reino, presente en el mundo, en la historia y en el corazón de cada hombre y de cada mujer.
4.   Detallando lo anterior podría decirse que la Pastoral:
ü Es la Iglesia en acto histórico de salvación como sujeto colectivo del ministerio pastoral.
ü Es un estilo de presencia en el mundo fundada en la Palabra de Dios y en su Espíritu.
ü Es la expresión concreta y encarnada de los valores del Evangelio como llamado a la conversión y propuesta para edificar la vida desde otras bases.
ü Es praxis diaconal, servicio, compromiso, entrega, testimonio de la comunidad cristiana a la manera de Jesús, principio, centro, modelo y término de toda pastoral.
ü Es Ministerio fundamental que busca realizar un proyecto de hombre, de Iglesia y de sociedad inspirado en el Evangelio…
La Pastoral esta muy lejos de ser lo que muchos piensan de ella.

II. LAS GRANDES COLUMNAS DE LA PASTORAL

1.    Uno de los problemas en la vida es el desequilibrio en el que frecuentemente caemos. Suele aparecer cuando solo nos preocupamos por una realidad que a nosotros nos parece fundamental, olvidando otras que también lo son. Se presenta cuando le damos toda la importancia a un aspecto de las cosas, miramos en una sola dirección o nuestro interés se queda atrapado en un trozo de la realidad. Hay muchos ejemplos que podrían ilustrar esta afirmación. El desequilibrio es el desajuste que proviene de una visión incompleta de las cosas y de una incapacidad para darle a cada una el lugar y el valor que le corresponden.
El Ministerio Pastoral también esta expuesto a muchos desequilibrios que lo afectan profundamente y le impiden realizarse en forma armoniosa e integral.
2.   Resultados del desequilibrio: Se hacen las cosas a medias, no se aprovechan todos los recursos, se crean tensiones inútiles, hay una actitud de exclusión hacia los que tratan de ver la realidad de manera más completa e integral; se cae en la confusión, y se renuncia a la realización de proyectos donde todos puedan aportar su palabra, su experiencia y su sabiduría en concordia.
3.   Vamos a recordar las realidades fundamentales que dan al Ministerio Pastoral su solidez, profundidad y equilibrio. Se trata de las grandes columnas o grandes pilares sobre los cuales se construye toda Pastoral. De la capacidad que se tenga para dar a cada uno el valor y el sitio que le corresponde podrá esperarse un trabajo apostólico, fecundo y equilibrado.
4.   El Ministerio de cada pastor y de cada agente de pastoral y de la comunidad entera se nutre vitalmente, tiene sus raíces y encuentra su punto de equilibrio en la convicción de que la Pastoral es al mismo tiempo tres cosas: 1) Una praxis a favor de la comunidad, 2) Una tarea de estudio y reflexión continua  y 3) Una espiritualidad fundada en la experiencia de Dios.
4.1 Nadie duda que la Pastoral sea una praxis, es decir, un compromiso práctico y concreto, una tarea, un servicio y una actividad a favor de las personas, las comunidades, los grupos, las parroquias, las instituciones, de acuerdo a la vocación, los carismas y la responsabilidades que a cada uno se le han entregado. El pastor que no vive la Pastoral de esta manera, difícilmente podría realizar acciones en verdad útiles. Le faltaría conocer, a través del contacto personal e inmediato, las riquezas y las carencias, la fuerza y la debilidad, las posibilidades y los límites de aquellos a quienes sirve pastoralmente. Esto lo llevaría a cometer errores irreparables, además de negar el valor que tiene la Pastoral como un quehacer de encarnación o de inserción en la vida concreta de la gente. Quien no asume los caminos del pueblo y no participa solidariamente en sus aspiraciones y proyectos, difícilmente podrá tener autoridad y credibilidad.
4.2La Pastoral es también una tarea de estudio y reflexión continua, lo que significa que la praxis y la actividad no bastan. Está también el estudio, el análisis de la realidad y la investigación. La Pastoral también se apoya en bases y principios científicos que nacen tanto de las ciencias divinas como de las ciencias humanas. La Pastoral misma es una ciencia teológica que tiene sus fundamentos para no convertirse en una pura acción empírica, de intuiciones, de corazonadas, de improvisaciones o de gustos personales. La mediocridad y la superficialidad con que a veces se realiza la Pastoral procede en muchos casos del escaso estudio y de la poca o nula reflexión. Quien no nutre con ellos su ministerio pastoral, pronto se vuelve un repetitivo, superado por la realidad, sin creatividad, aburrido y conformista, poco actualizado y desprovisto de recursos para hacer frente a los nuevos problemas que cada día van surgiendo en nuestro mundo.
4.3La Pastoral es, finalmente, una espiritualidad. La práctica Pastoral, la ciencia y el estudio serían insuficientes si no están vinculados a la experiencia de Dios, de donde nacen los valores, las convicciones y las motivaciones profundas. Es superficial la práctica y es vacía la ciencia si no se nutren del Misterio de Dios que va realizando su designio salvador a través de las acciones humanas, de las palabras, de los gestos, de las actitudes y servicios que prestamos a los demás. Se diría que aquí reside el sentido más profundo del Ministerio pastoral que realizamos. No asumir esta exigencia es exponerse a una actividad sin la savia que brota de las raíces de la fe.
5.   La Pastoral tiene necesidad de armonizar con la misma urgencia estas tres columnas vitales, si desea obtener equilibrio y solidez.
ü Cuando un pastor se confía únicamente en su práctica y en su actividad desbordante, pronto cae en el activismo superficial de un trabajo que se vuelve un fin en sí mismo.
ü Cuando sólo atiende a la reflexión y al estudio, rápidamente cae en la erudición, en la teoría y en la ideología que dicta normas para los demás, pero sin comprobar si son realmente posibles. Es un teórico que no le ha tomado la medida a la realidad.
ü Cuando se preocupa por fundar su Pastoral solo en espiritualidad, pronto hace de su ministerio un quehacer desencarnado y providencialista, que confía temerariamente todo a la gracia de Dios, de quien espera apoyo hasta para las propias imprudencias pastorales.
ü Todo pastor es al mismo tiempo un hombre de acción, comprometido con la comunidad (praxis), un hombre de estudio y reflexión (ciencia), y un hombre del espíritu (espiritualidad).
Ignorar alguna de estas tres columnas es quedarse a la mitad del camino.
III. LA PASTORAL, ANTES QUE SER UN PROBLEMA PRACTICO, ES UN PROBLEMA DE MENTALIDAD TEOLOGICA.
1.    Frecuentemente se piensa que la pastoral no avanza y no se renueva, porque los pastores y los agentes de la pastoral son incapaces, les falta formación, no tienen medio suficientes, no saben organizarse, no tienen sensibilidad a los desafíos de la realidad, se ven atrapados por multitud de miedos o de plano no están dispuestos a promover ninguna clase de renovación o de cambio. Y es probable que allí resida gran parte del estancamiento y de la mediocridad que a menudo vemos en las tareas pastorales de muchos.
2.   Sin embargo, vale la pena buscar un origen más profundo, que explique mejor las actitudes que impiden la realización de una pastoral más adecuada a nuestro tiempo. Y aquí nos vamos a encontrar con el extraño hecho de que muchos quieren dar más actualidad, profundidad, calidad, dinamismo y eficacia a su pastoral , sin tomarse la molestia de revisar su forma de entender y de interpretar la fe, es decir, su mentalidad teológica. Quieren renovarlo todo, pero sin que les toquen para nada sus ideas.
3.   Ahora bien, no parece posible actualizar ni renovar en serio un estilo de trabajo pastoral si primero no nos atrevemos a examinar la manera como estamos pensando e interpretando la fe en cosas tan importantes como la Iglesia, los ministerios, la persona de Jesús, la Palabra de Dios, la historia donde Dios se revela, el mundo donde hacemos el camino de la fe, etc. Y es que la interpretación que hacemos de todo eso inevitablemente se va a reflejar en nuestras tareas pastorales, nos guste o no nos guste, lo queramos o no, lo sepamos o no. Por ejemplo, el pastor que dice: en mi comunidad yo soy el único que toma las decisiones, esta entendiendo la autoridad como una imposición. El otro que afirma: aquí las decisiones las tomamos entre todos, la está entendiendo como una participación comunitaria. Habría muchos ejemplos para ilustrar esta sencilla verdad.
4.   El Concilio Vaticano II marcó con toda claridad este criterio, al revisar primero la manera como la Iglesia entendía su fe (mentalidad teológica), antes de querer renovar su vida y su acción pastoral. Dicho criterio no siempre fue asumido con todas sus consecuencias por los creyentes, los pastores y los agentes de la Pastoral. Y sucedió que muchos vivieron un verdadero conflicto. Por un lado querían que la pastoral respondiera adecuadamente a los desafíos  que se le planteaban, y por el otro, no estaban dispuestos a cambiar nada o muy poco de sus antiguas maneras de entender la fe. Cuando en la época se dijo que se buscaba una Iglesia en estado permanente de renovación (Ecclesia semper reformanda), muchos pensaron inmediatamente que se trataba del trabajo, de los métodos, de la organización, olvidando que detrás de todo eso estaban las mentalidades, las actitudes y el conocimiento de las nuevas situaciones que viven los hombres de nuestro tiempo.
5.   El Documento de Puebla afirma con mucha sabiduría que todo el que trabaja en la Pastoral transmite la imagen que él tiene de la Iglesia (995). Y hasta allí todo el mundo está de acuerdo. Los problemas empiezan cuando se pregunta ¿Cuál imagen de la Iglesia se quiere transmitir? ¿Qué clase de Iglesia se quiere edificar? ¿Cómo se vive y se interpreta la Iglesia que se pretende anunciar y promover?
6.   Porque se debe reconocer con toda lealtad que no cualquier idea sobre la Iglesia es buena para responder a las exigencias de un pastoral que integre los grandes valores revelados por Jesús en su Ministerio. Hay ideas de la Iglesia demasiado clericales, institucionales y centralistas, otras muy espirituales, tradicionales o desencarnadas de la vida y otras excesivamente volcadas a lo temporal, humano y social, excluyendo otra clase de valores. Todo el mundo sabe que las formas incompletas y parciales de entender las cosas solo pueden dar resultados parciales en el campo de las actividades. Lo que aquí decimos acerca de la Iglesia también podríamos decirlo de otras realidades de la fe, como Cristo, el hombre, los sacramentos, la Palabra de Dios, los ministerios, etc.
7.   Algunas consecuencias importantes que se desprenden de lo anterior podrían expresarse de la siguiente manera:
ü La Pastoral es la expresión práctica de la forma como cada uno interpreta la fe. Contiene y manifiesta la mentalidad teológica sobe las cosas de la fe.
ü La Pastoral necesita estar siempre acompañada por la mejor forma de interpretar la fe. Exige una continua revisión de nuestras maneras de entenderla para ver si están de acuerdo con lo que buscamos en la acción pastoral.
ü Si no revisamos la manera de entender las cosas de la fe, si no aclaramos nuestra mentalidad teológica, podemos estarle pidiendo a nuestra teología algo que de ninguna manera nos puede dar en el quehacer pastoral.
ü Querer una pastoral nueva sin cambio de mentalidad sería como pretender remendar un vestido nuevo con una tela vieja o echar vino nuevo en vasijas rotas.

IV. SE ES PASTOR EN LA MEDIDA EN QUE SE ES CREYENTE

1.    Esta afirmación nos leva a tocar una de las raíces más profundas que dan sentido a la actividad pastoral de la Iglesia en su empeño por vivir su mandato apostólico. Hay que decirlo desde el inicio: Se es pastor y agente de pastoral en la medida en que se es creyente. El principio y origen de todo ministerio eclesial se funda en la experiencia que tenemos del Dios vivo, unida a la certeza de que nuestro servicio a los demás es un don que se nutre de la intervención gratuita y libre del Señor en nuestra vida.
2.   La revelación divina nos da la medida de todo quehacer pastoral: Nadie puede ser profeta si primero no es testigo del Dios vivo, es decir, si primero no pasa por la experiencia del Dios que lo habilita para ser portavoz de su misterio. De sus caminos y de sus intenciones. Nadie puede ser pastor si primero no es hombre del Espíritu, es decir, si no nutre su quehacer pastoral de las profundas convicciones interiores que mueven y dan sentido a todo lo que vive. Si no realiza su vida en una vigorosa espiritualidad difícilmente podría ser pastor con autenticidad.
3.   Entendemos por espiritualidad una forma de particular de interpretar, de vivir y de expresar los valores del Evangelio, como fruto de la acción permanente del Espíritu en el creyente, el cual trata de seguir a Jesús en sus situaciones concretas , de acuerdo al llamado y a los carismas propios que ha recibido.
4.   Espiritualidad y Pastoral están íntimamente unidas, van siempre de la mano y son inseparables. Toda espiritualidad se manifiesta necesariamente en un servicio pastoral a los demás, en una diaconía, en un compromiso, en una entrega. Pero también, todo servicio pastoral es fuente que nutre sin cesar a la espiritualidad, recordándole que sólo es cristiana si se vive en actos bien concretos a favor de los hermanos.
5.   La anterior afirmación encierra consecuencias importantes para la vida de los pastores y de los agentes de la Pastoral:
ü La Pastoral entera y cada acto pastoral han de vivirse como una participación en la gratuidad de Dios. Ser pastor es entrar en el mundo de lo gratuito que solo le pertenece al Señor. El pastor debe quitarse las sandalias(Ex. 3,5), porque anda pisando los terrenos del Dios vivo. Asumir el servicio pastoral es un don que impide todo tipo de arrogancia.
ü Toda acción pastoral ha de considerarse como una pública profesión de fe, diaconalmente vivida y fundada en las certezas que sólo el Señor puede brindar a los evangelizadores. Certezas que los llevan a vivir como aliados del Dios que no defrauda, porque saben en quien han depositado su esperanza.
ü La calidad, la profundidad, la eficacia y la autenticidad de la Pastoral brotarán siempre de esa corriente vital que nace del Espíritu que se asocia como precursor (se adelanta), acompañante (se une a la tarea), y continuador (permanece en la obra) del servicio que se presta a los demás.
ü La Pastoral tendrá siempre relación con la santidad de aquel que la realiza. El mejor evangelizador es el santo dice el Documento de Santo Domingo (28).
6.   Cuando los agentes de la Pastoral pierden de vista lo anterior, entonces suelen caer en estas tentaciones inadmisibles: actúan como burócratas, llevan a cabo acciones sin sentido de Dios, trabajan con mediocridad, manipulan a las personas, estorban a quienes quieren trabajar con honestidad, buscan intereses personales, consideran el trabajo pastoral como una cuestión de prestigio, de competencia, de poder o de ambición económica… Tal vez aquí reside la mayor causa de los problemas: no quieren definirse, alimentan prejuicios, padecen el miedo al riesgo, ceguera ante la realidad, temor a perder la libertad o el control de ciertas cosas, el acomodamiento, la pereza mental, la falta de creatividad, la actitud de “francotirador” (jueces de todo y comprometidos con nada), la falta de apoyo a los proyectos de la comunidad, las posturas de autosuficiencia, de arrogancia, etc.
7.   Se necesita volver a las raíces espirituales de todo ministerio pastoral, pues en definitiva el pastor es portador de una experiencia personal y comunitaria de Dios, ya sea porque da testimonio de ella y la estimula en los demás, ya porque la propone como forma de vida, o ya porque la coloca entre las condiciones sin las cuales difícilmente podría conseguir credibilidad.
8.   No podemos olvidar que la experiencia de Dios no esta en el orden del saber intelectual, sino en el de la sabiduría. La contemplación es matriz del servicio pastoral, hecho con la sabiduría que conduce a vivir haciendo lo que es grato a los ojos de Dios (Sab. 9,9). Pablo VI decía que el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio (quienes viven una experiencia de Dios) que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan es porque dan testimonio (E.N. 41)
V. LA PASTORAL: ¿UN PROBLEMA DE MENSAJE O UN PROBLEMA DE LENGUAJE?
1.La Iglesia está convencida de que su principal tarea consiste en entregar a la gente el Mensaje que ella ha recibido gratuitamente de su Señor. “Vayan, anuncien la Buena Nueva y hagan discípulos de entre todos los pueblos” (Mt. 28, 18-20). En este encargo encuentra su gozo más exquisito y las razones más firmes de su Ministerio entre los hombres y las mujeres. Siempre que el Evangelio llegó al corazón y a la vida de los pueblos, ciertamente se debió a la conciencia que la Iglesia tuvo de ser portadora del anuncio salvador, que la llevó a todos los rincones donde las personas luchan y buscan a Dios.
2.   Además de esta convicción, existe también otra realidad que explica muy bien por que los anunciadores del Evangelio generaron tantos cambios con su labor apostólica. Esa realidad es el lenguaje apropiado (palabras, hechos, actitudes, gestos, comportamientos) que utilizaron para establecer la comunicación de la fe entre los pueblos. Pronto entendieron que no basta con tener un Mensaje o recibir un mandato del Señor. Es necesario encontrar, además, las mejores formas de comunicación para que el mensaje y el mandato llegaran a donde debían llegar.
3.   Toda la historia de la Evangelización y de la Pastoral es una clara manifestación de que sólo hay dos posibilidades: o anunciar el Evangelio con un lenguaje que se entienda y sea creíble, o hablar de él en un lenguaje que nada comunica y por lo tanto deja las cosas como estaban o peores. Poseer el Mensaje del Señor y recibir su mandato es sólo la mitad del camino. La otra mitad consiste precisamente en encontrar los modos más eficaces para llegar a las mentes, a los corazones y a la vida de los que buscan al Señor.
4.   Podemos decir que así como hubo muchos momentos en que la Iglesia y sus evangelizadores lograron comunicar muy bien el Mensaje, hubo otros en que lamentablemente fallaron al no saber comunicarse como se esperaba de ellos. Cuando la gente creyó en el Evangelio y siguió a Jesús fue porque le llegó en forma entendible. Cuando lo rechazó o vio con indiferencia, ciertamente fue por no haberle sabido hablar en un lenguaje comprensible.
5.   La historia hoy se vuelve a repetir. En nuestro tiempo parece que la Pastoral de la Iglesia sufre una grave crisis de lenguaje. En muchas partes del mundo, en comunidades y ambientes, se comunica, se anuncia, se habla, pero no siempre se logra tocar lo más profundo de la vida. La credibilidad no se consigue. Y no porque el Evangelio haya pasado de moda, o ya no tenga nada que decir, sino porque no se sabe balar de él en un lenguaje que entienda nuestra generación.
6.   La preguntaron a un joven de un colegio católico: ¿qué te enseñan de religión en tu colegio? Y respondió: Me enseñan una cantidad de respuestas que no entiendo, para una cantidad de preguntas que no me he hecho. Esto es trágico y vale para toda la Pastoral. Usamos lenguajes que nadie o pocos entienden, respondemos a preguntas que nadie se hace, hablamos a auditorios que ya no existen. Pensemos en las homilías dominicales, las catequesis, los documentos de la Iglesia. No parecen que entusiasmen demasiado al Pueblo de Dios. A menudo se tiene la impresión de que se desconocen las más elementales reglas de la comunicación entre personas.
7.   En nuestro tiempo quien tiene el poder de la comunicación tiene los demás poderes. El lenguaje y la comunicación están en el centro de las preocupaciones actuales, por todo lo que implican de dominio, de influencia, de persuasión y de transformación de las mentes y de los comportamientos. La comunicación se ha convertido en una especie de religión a la que todo se le sacrifica: dinero, medios, personas, tiempo, técnica y aún la misma vida. Hay una verdadera guerra de la comunicación. Existen hoy los modernos magos de la comunicación que van guiando al mundo desde sus bases ocultas o visibles: telecomunicadores, periodistas, fotógrafos, publicistas, cineastas, manipuladores de satélites, expertos en computación, etc.…
8.   Y es allí donde la Iglesia, su Pastoral y sus pastores experimentan un sentimiento de perplejidad e impotencia, porque teniendo un Mensaje de gran calidad y de mucha actualidad, no saben cómo decirlo, o lo dicen sin fuerza, o francamente no lo dicen de ninguna forma. Y así el Evangelio está en desventaja con relación a otros mensajes que se proclaman.
9.   La Pastoral es un acto de comunicación pública. Los pastores y evangelizadores son comunicadores públicos como los profetas, como los apóstoles y como Jesús. Cabría preguntarse ¿con qué lenguaje, con qué actitudes, con qué acentos y en que tono debemos anunciar hoy el Evangelio para que llegue a los centros vitales del interlocutor? La Evangelización, anuncio del Reino, es comunicación, dice el Documento de Puebla (1063). Formación cuidadosa en el arte de la comunicación y aprender a utilizar un lenguaje significativo, actual, creíble, persuasivo, entendible y auténtica. Ese es el desafío.
De no ser así: ¿Valdría la pena seguir respondiendo con respuestas que nadie entiende, a preguntas que nadie se hace?.

VI. LOS OJOS PUESTOS EN LA REALIDAD

1.Desde hace algunos años se viene utilizando en Pastoral una forma de hablar que revela una nueva manera de pensar. Conocer la realidad, estudiar la realidad, partir de la realidad, tener en cuenta la realidad y otras, son expresiones que hoy se escuchan normalmente en muchos ambientes dentro y fuera de la Iglesia. Es una convicción generalizada.
2.   El avance de las ciencias que estudian la realidad y la teología de la Encarnación como presencia de Dios en el corazón de la vida humana, han traído grandes beneficios a la Pastoral. Ésta se llevó a cabo durante mucho tiempo, suponiendo que ya se conocía suficientemente la realidad, o que no era necesario estudiarla, pues lo que en verdad importaba era entregar con la mayor fidelidad el Mensaje del Señor. Entregar el Mensaje con toda fidelidad ciertamente es gran responsabilidad del evangelizador, pero conocer ampliamente las condiciones en que puede recibirse y los problemas a los que debe responder, no es menos necesario, pues difícilmente puede haber fidelidad a Dios y a su Mensaje, sin una constante fidelidad al hombre y a su situación concreta.
3.   Cuando en la Pastoral se habla de realidad se quiere entender la vida de las personas y todo lo que tiene relación con ellas: los hechos, las experiencias, las situaciones, la aspiraciones, los valores, los conflictos, luchas, fracasos, en una palabra, todo lo que forma parte de su manera de ser y de vivir. Por eso la realidad abarca la historia y la cultura, el pensamiento, la economía y la política, la religión y la familia, el trabajo, las costumbres y los proyectos, el folclore, las leyes, la sociedad y su organización, en fin, todo lo que tiene relación con la vida concreta de la gente. En último término, la realidad es la persona misma, pues es ella y solo ella la que da sentido a todo lo demás. La realidad solo significa algo por la persona que la habita. De allí que cuando se estudia y conoce la realidad estamos hablando de conocer a las personas. Los antiguos decían que la persona es la medida de todas las cosas. Y no dejaban de tener razón, pues ¿qué es la política o la sociedad, la economía o la religión, sin las personas que están en el centro de todo eso?
4.   Aunque muchos pastores y agentes de Pastoral están convencidos de la necesidad de conocer la realidad, en la práctica se encuentran con obstáculos que no siempre logran superar. Estos son algunos de los más frecuentes:
ü No se tiene una formación adecuada ni instrumentos apropiados para conseguir un conocimiento serio de la realidad. Y cuando se tienen estos instrumentos no se sabe como utilizarlos.
ü Algunos piensan que conocer la realidad es inútil, se pierde tiempo y con eso nada cambian las cosas. La eficacia de la Pastoral no depende, dicen, del conocimiento de la realidad, sino de la docilidad a la gracia de Dios…
ü Muchos tienen temor de conocerla, porque eso les complica demasiado la vida y les exige cambios que quizá no están dispuestos a hacer.
ü Hay quien cree que estudiar la realidad no es tarea propia de los pastores. Eso tiene que hacerlo expertos en el análisis y estudio de la realidad, por ejemplo, los sociólogos.
ü Hay también actitudes de desconfianza y de censura hacia quienes se dedican a este trabajo, pues son considerados gente aliada con ideologías más o menos peligrosas.
ü Algunos se lanzan al estudio de la realidad como un fin en sí mismo, recogen muchos datos que guardan en los archivos y en las estadísticas, pero no generan cambios.
ü Hay un pereza profesional unida a la pobre idea de que ya se conoce suficientemente la realidad, solo por haber vivido durante algún tiempo en el mismo lugar.
ü Finalmente, al utilizar los mismos métodos pastorales de hace años, se está admitiendo una visión estática de la realidad, como si nada cambiara en ella.
Estos y otros obstáculos sólo se superarán si los pastores y los agentes de pastoral adquieren la conciencia de que todo auténtico servicio a la comunidad pide un esfuerzo continuo de exploración de las situaciones humanas donde el Evangelio debe echar raíces profundas o encarnarse, como se dice hoy.
5.   ¿Para qué sirve en la Pastoral el estudio y el conocimiento de la realidad sobre todo si es apoyado por las ciencias humanas?
Sirve para entender mejor la naturaleza profunda de las personas, de los acontecimientos y de las cosas, descubriendo sus causas, sus relaciones, sus efectos; para superar la subjetividad al interpretar la realidad y aprender a responder a las necesidades verdaderas y no solo a las que uno se imagina. Estudiando la realidad se crean condiciones para ubicarse en ella de otro modo y con otras actitudes, adquiriendo una conciencia que permita ser actores participativos, en vez de ser simples espectadores que lo sufren y lo padecen todo. Se estudia la realidad para constatar los signos de gracia o los signos de pecado que favorecen o estorban el cumplimiento del Reinado de Dios. En fin, el estudio y el conocimiento de la realidad dan la posibilidad de realizar cambios significativos, es decir, nuevas formas de ser y de relacionarse, de comportarse y de vivir. Estos cambios se impulsan a partir de los valores del Evangelio propuestos por Jesús. Dicho brevemente: Se estudia la realidad para dar respuesta a los problemas reales, tratando de crear un modelo de hombre, de Iglesia y de sociedad según el Plan de Dios manifestado en Jesús y proclamado pastoralmente por la  Iglesia.
6.   Se puede conocer e interpretar la realidad de muchas formas y con métodos diversos. Algunos son sencillos, otros científicos. Unos parten de la vida para llegar a la fe, otros van de la fe para llegar a la vida. Algunos abarcan la realidad completa, otros algún aspecto de la misma. Unos se quedan en la superficie, otros llegan a la profundidad de las cosas. Lo que importa es no despegar los ojos de la realidad, observándola, estudiándola, conociéndola sin descanso. Una cosa es cierta: En Pastoral tanto respeto nos merece Dios y su misterio como el hombre y su realidad. El compromiso con ambos tiene la misma fuerza. De no ser así, la Pastoral caminaría cojeando o no caminaría.

VII. LA RELACIÓN HUMANA, PUERTA GRANDE DEL MINISTERIO PASTORAL

1.    Por experiencia sabemos que la relación humana es la clave para realizar las mejores cosas de la vida como también las peores. La historia de la humanidad es la historia de sus relaciones. Muchos han hablado de la necesidad, la vocación y la tarea de la persona destinada a vivir en constante relación. Es un ser que vive por los otros, con los otros y para los otros. Incluso se llega a decir que el éxito o el fracaso de la vida y del trabajo depende en gran medida de la calidad o la falta de calidad que haya en las relaciones con los demás. Y es verdad. Cuando uno se detiene a pensar en lo que hace y en lo que vive , llega a la conclusión de que la mayoría de los problemas humanos son problemas de relación, ocasionados por razones diversas: mentalidades, clase social, formación, cultura, opciones, ideología, sexo, religión, etc…
2.   Esto que es tan antiguo como la humanidad, ha adquirido una importancia extraordinaria en nuestro tiempo, tanto por motivos de éxito profesional o social, como por razones de salud mental y de equilibrio emocional. Nuestra sociedad se siente enferma, angustiada y aturdida en sus relaciones. Trata de recuperar su bienestar y su sano equilibrio. Por ello han aparecido hoy especialistas  (sicólogos, siquiatras, orientadores, especialistas en relaciones públicas) que se esfuerzan por restaurar las buenas relaciones de la gente en la familia, el trabajo, la vida de pareja, los grupos de convivencia, etc. Inclusive se ve cómo en muchas empresas o actividades sociales, hay una cerrada competencia de buenas relaciones para ver quién vende más, quien consigue más ahorradores, quién convence mejor a quién ¿Podrá llamarse esto un signo de los tiempos?
3.   En la actividad pastoral no siempre se ha tomado en cuenta este aspecto fundamental de la convivencia humana. Parecería que el trato amable, educado y respetuoso hacia las personas es un asunto que nada tiene que ver con el anuncio del Evangelio. Se actúa como si el buen trato fuese un lujo que no todos se pueden permitir. Frecuentemente, y por desgracia más de lo que uno quisiera, se observan formas distantes, despreciativas, humillantes, prepotentes y hasta groseras de tratar a los demás, creyendo absurdamente que se puede entregar la Buena Nueva, dando la imagen de alguien que carece de la más elemental consideración a los hijos e hijas de Dios.
4.   Suele olvidarse que la relación puede abrir todas las puertas (si es buena), o puede cerrarlas todas (si es desagradable) en un trabajo pastoral. Pocos entienden que gran parte de los problemas pastorales son problemas de relaciones interpersonales: conflictos entre laicos y pastores, entre movimientos y grupos de Iglesia, entre opciones pastorales distintas, estilos de trabajo, organizaciones, métodos, ministerios, etc. Muchos planes, proyectos, acuerdos y programas pastorales, se vienen abajo no por falta de técnica, ni de capacidad intelectual, ni de medios materiales, ni de contenidos sólidos, ni de asesoría, ni de conocimiento de la realidad. Se arruinan porque las personas son incapaces de relacionarse sanamente, maduramente, cordialmente, fraternalmente.
5.   Todo acto Pastoral o evangelizador, antes de ser un acto salvífico es una experiencia de relación humana con las personas. El trato que se les da es el primer gesto del que anuncia el Evangelio. Antes incluso de que se diga una sola palabra. No entendemos que todas las personas sin excepción aspiran a ser tratadas con respeto y dignidad, a ser valoradas y tomadas en cuenta, a ser escuchadas y atendidas, justamente por lo que son como personas. Cuando alguien da más importancia al cargo o a la posición que se tiene, es por una ceguera propia de una sociedad hipócrita.
6.   La calidad de las relaciones pastorales se sostiene en la calidad de las relaciones humanas. Y muchas veces será el argumento más fuerte para mostrar que vale la pena dejarse conducir por el Evangelio. De no ser así los pastores y agentes de pastoral seguiremos haciendo discursos y dando consignas, pero ofreciendo el lamentable espectáculo de quien no tiene la más elemental sensibilidad hacia las personas que esperan de su Iglesia gestos de trato digno y respetuoso. A este respecto podríamos pensar en la relación, el trato, la acogida y la atención que reciben las personas en nuestras casas y oficinas parroquiales, seminarios, curias, colegios católicos, universidades, casas episcopales, instituciones de Iglesia en general. ¿Cómo se sentirán los sencillos, los débiles, los “amoldados” por la vida y por una sociedad donde unos mueren de indigestión porque comen demasiado, mientras otros mueren de hambre por no tener que comer?… Muchos se van decepcionados y otros hasta abandonan su Iglesia por no encontrar en ella acogida fraterna.
7.   Es muy saludable leer los Evangelios y comprobar cómo las relaciones pastorales de Jesús son al mismo tiempo relaciones profundamente humanas. Relaciones que promueven y respetan a la gente, la animan y la reconfortan para la lucha diaria. Relaciones que dignifican a las personas, descubriéndoles el valor único que tienen en el plan de Dios y convocándolas a ponerse en camino para la lucha diaria en alianza con el Señor y los hermanos.
8.   Por eso el Ministerio Pastoral de Jesús (su palabra, sus gestos, sus actitudes, sus acciones) es persuasivo y creíble. Porque es portador de valores fundados en la relación y el trato digno que da a la gente. Su comportamiento en las relaciones interpersonales es un criterio valido para la pastoral de todos los tiempos. De la clase de relaciones humanas que se vivan dependen muchas cosas fundamentales en el quehacer de los pastores. Para bien o para mal. Para abrirle o cerrarle las puertas al Evangelio.

VIII. EN LA PASTORAL ¿HAY DESTINATARIOS O INTERLOCUTORES?

1.    Tal vez por la fuerza de la costumbre y de la tradición de la Iglesia se ha dirigido a las personas, a los grupos y a las comunidades como simples destinatarios de su Mensaje, es decir, como a receptores que aceptan pasivamente la oferta que les hacen. Una cierta manera de pensar considera que los hombres y las mujeres han de estar aguardando lo que pueda llegarles gratuitamente de parte de Dios, de la Iglesia y de sus enviados.
2.   Los documentos de la Iglesia y muchas otras formas de comunicación (cartas pastorales, predicaciones, catequesis, escritos para el pueblo) suelen utilizar un lenguaje que deja la impresión de colocar a un lado a los ignorantes, a los beneficiarios, a los destinatarios, y en otro a los que saben, los que enseñan, los que orientan, los que dan directrices… Parecería que en un lado de la barrera están los que nacieron para administrar la llave de la ciencia y de la sabiduría, y en el otro, los que nacieron para ser los eternos discípulos de aquellos.
3.   Ahora bien, lo anterior no parece estar totalmente de acuerdo, ni con la forma como Dios se revela y habla a su pueblo, ni con la manera de pensar de mucha gente de hoy. Ciertamente la Revelación divina, la Palabra de Dios, el Evangelio vienen de la gratuidad del Señor que se manifiesta a quien quiere, cuando quiere, como quiere, donde quiere, por quien quiere. Si, las personas y la comunidad son sus destinatarios. Pero se manifiesta a ellos de tal forma que no sólo reciben, sino que también reaccionan, dialogan, ejercen su libertad, deciden aceptar o rechazar la oferta que Dios les hace.
No son únicamente destinatarios del don de Dios, sino también interlocutores de su Palabra. Por su parte el mundo actual ve en el diálogo y la participación dos de sus mayores aspiraciones y valores.
4.   En la Pastoral a veces hemos entendido mal la gratuidad de la iniciativa divina, confundiéndola con un vulgar paternalismo que no toma en cuenta la capacidad de las personas para reaccionar y actuar responsablemente en la obra común de la salvación. La Sagrada Escritura piensa de otro modo. Nos muestra que Dios se relaciona con los hombres y las mujeres, no sólo como destinatarios y término de su Palabra, sino como personas capaces de dialogar con Él, es decir, como interlocutores vivos, ya sea porque el mismo se pone a su nivel, o porque los levanta para ponerlos al nivel suyo. Esto quiere decir que cuando Dios y el pueblo entrar en contacto hay un encuentro profundo y un intercambio de vida, hay una corriente vital que se comparte, hay escucha mutua, hay diálogo de libertades. Hay interlocución. La Palabra es corriente de ida y vuelta.
5.   Hemos olvidado este modo de proceder de Dios. En la Iglesia muchos no han logrado superar la mentalidad y la actitud paternalista. Al anunciar el Evangelio o al servir a la comunidad, aún actúan creyendo que solo dan y nunca reciben, sólo deben hablar sin jamás escuchar, sólo deben enseñar sin nada que aprender, sólo han de evangelizar sin ser ellos mismos evangelizados. Y de esta manera se va creando la falsa conciencia de quien llega a creerse dador de todos los dones, sin advertir que, en aquellos a quienes servimos, se encuentran dádivas que el Señor quiere entregarnos a través de ellos.
6.   El Documento de Puebla llega a decir que cuando evangelizamos a los pobres somos evangelizados por ellos (1147). Y esto significa precisamente que el Evangelio nos hace interlocutores, pues así como revelamos a los otros los caminos del Señor, ellos, a su vez, nos los muestran a nosotros.
7.   Puede decirse con toda verdad que en la obra de salvación todos somos al mismo tiempo principio y término de la evangelización, maestros y discípulos, productores y receptores del mensaje, iniciativa y respuesta, damos y recibimos. Proclamamos el Evangelio y a nosotros también se nos anuncia. Somos, pues, interlocutores y no solo receptores pasivos.
8.   Habría que meditar si no es hora de cambiar ya nuestra mentalidad, nuestra actitud, nuestra forma de hablar y nuestra manera de actuar en este punto. Crearnos la sólida convicción de que en la Pastoral no sólo hay destinatarios, sino sobre todo interlocutores. Esto podría traer una relación más fraterna y más humilde entre quienes anuncian el evangelio y aquellos a quienes se les anuncia.

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